Pobreza energética y cambio climático: dos crisis que se cruzan en un mundo desigual

Afecta tanto al norte como al sur global, pero de formas muy distintas. Exige soluciones urgentes y adaptadas a cada territorio.

Durante mucho tiempo, la pobreza energética fue vista simplemente como una consecuencia más de la pobreza general. No fue hasta 1986, con la publicación del informe Brundtland, que se empezó a reconocer la energía como un servicio esencial para el desarrollo humano sostenible. Desde entonces, y a paso lento, el concepto de pobreza energética fue cobrando fuerza como un problema social específico, multidimensional y global.

Pero ¿qué es realmente la pobreza energética? ¿Cómo se manifiesta en distintos contextos? ¿Y qué tiene que ver el cambio climático con todo esto?

🔌 ¿Qué es la pobreza energética?
Se trata de la incapacidad de un hogar para acceder o costear servicios energéticos adecuados. Esto puede significar no tener electricidad, pero también tenerla y no poder usarla lo suficiente por su costo. Es un fenómeno que varía en el tiempo y el espacio, dependiendo del ingreso, la ubicación, el clima, la vivienda y hasta la cultura del hogar.

La pobreza energética no se manifiesta igual en todos lados:

🌍 En el sur global (América Latina, África, Asia), se enfoca en el acceso a energías limpias y modernas. La discusión gira en torno a conexiones básicas, contaminación en el hogar por el uso de leña o carbón para cocinar, y falta de iluminación adecuada.
🌎 En el norte global (Europa, EE.UU., Canadá), el foco está en la asequibilidad y la calidad del suministro. ¿Pueden las personas calentar o enfriar sus casas? ¿Pagan más del 10% de sus ingresos en energía? ¿Sufren frío en invierno o calor extremo sin poder combatirlo?
🌡️ Cambio climático: un nuevo factor en la pobreza energética
El cambio climático agrava la pobreza energética. Aunque la temperatura media del planeta sube, eso no significa que todos estén mejor. Aumentan tanto las olas de calor como las de frío extremo, y las personas más vulnerables no siempre pueden mantener sus hogares en condiciones seguras y saludables.

En el norte global, históricamente se analizaba si los hogares podían calentar sus espacios. Pero con el calentamiento global, las necesidades de refrigeración aumentan, y eso implica más gasto en electricidad.
En el sur global, el calor excesivo reduce la productividad laboral, golpea a sectores como la agricultura y exige más energía para enfrentar temperaturas que, en muchos casos, ya eran extremas. Además, los cortes de luz, inundaciones o tormentas intensas pueden interrumpir los servicios esenciales.
En todos los casos, el acceso desigual a energía confiable y sostenible refleja una injusticia estructural que se agrava con el clima extremo.

📊 ¿Cómo se mide y qué políticas hacen falta?
Las formas de medir la pobreza energética han evolucionado. Ya no alcanza con contar cuántos hogares tienen electricidad. Hoy se usan indicadores multidimensionales, que integran aspectos como:

Tipo de combustible para cocinar
Contaminación del aire interior
Presencia de electrodomésticos
Iluminación, conectividad y confort térmico
Gasto relativo en energía frente al ingreso
Pero medir es solo una parte del desafío. Hace falta una batería de políticas adaptadas a cada realidad: subsidios focalizados, mejoras en eficiencia energética, construcción de viviendas adecuadas al clima, expansión de las renovables, y sobre todo, una visión de justicia climática y social.

⚠️ Un llamado urgente
En un mundo atravesado por desigualdades, la pobreza energética no se resuelve con soluciones únicas. Es un fenómeno complejo que se cruza con el cambio climático, y que necesita respuestas diferenciadas, integrales y urgentes.

Garantizar el acceso universal a energía limpia, asequible y sostenible es un derecho humano, no un lujo. Y es clave para enfrentar tanto la crisis climática como la desigualdad social.