La Serenísima, la bacteria y la crisis de un sector que duele en la mesa de los argentinos

ACTUALIDAD15/12/2025La Política AmbientalLa Política Ambiental
cremon

En los últimos días, la empresa Mastellone Hnos., dueña de la marca La Serenísima, reconoció públicamente que un lote de su producto Queso Cremón doble crema de 500 gramos, correspondiente al lote 2703 —uno de los quesos más consumidos del país— presentó la presencia de una bacteria potencialmente peligrosa para la salud. La advertencia incluyó la recomendación explícita de no consumir el producto bajo ninguna circunstancia, incluso si hubiera sido conservado o fraccionado por los propios consumidores.

El episodio no ocurre en el vacío. Se da en medio de una crisis profunda del sector lácteo argentino, atravesado por la caída del consumo, el deterioro del poder adquisitivo y una creciente desconfianza en la calidad de los alimentos que llegan a la mesa.

Una marca emblema bajo la lupa sanitaria

El producto involucrado corresponde al Queso Cremón doble crema de 500 gramos, lote 2703, en el que se detectó la presencia de Listeria monocytogenes, una bacteria que puede provocar infecciones graves, especialmente en embarazadas, personas mayores y personas con sistemas inmunológicos comprometidos.

Si bien desde la empresa se informó que el lote fue retirado del mercado y que se activaron los protocolos internos de control, la comunicación pública se enfocó más en tranquilizar que en explicar con claridad lo ocurrido. La falta de detalles sobre cómo el producto llegó a circular expone interrogantes que siguen sin respuesta.

Entre la minimización del problema y la pérdida de confianza

Resulta inevitable preguntarse por qué un alimento con presencia bacteriana logró salir al mercado, aun cuando se trate de un lote acotado. También llama la atención el tono defensivo del mensaje empresarial, que puso el acento en contramuestras negativas y procesos internos, pero evitó una explicación más profunda sobre las fallas detectadas.

Este tipo de respuestas no solo afecta la credibilidad de la marca involucrada, sino que impacta en la confianza general de los consumidores hacia la industria láctea. En un contexto donde cada compra se mide al detalle, la incertidumbre sobre la seguridad de los alimentos genera una preocupación adicional en los hogares.

La crisis del sector lácteo y su impacto en la mesa

El episodio se inscribe en una situación más amplia. El sector lácteo atraviesa una etapa de fuertes tensiones: aumento de costos, cierre de tambos, concentración empresarial y una caída sostenida del consumo interno. Productos que históricamente formaron parte de la dieta diaria hoy son consumidos en menor cantidad o directamente eliminados de la canasta familiar.

La pérdida de poder adquisitivo empuja a muchas familias a optar por segundas marcas, ofertas al borde del vencimiento o recortes directos en la compra de lácteos. En ese marco, cualquier duda sobre la calidad o la inocuidad de los productos agrava una situación ya crítica.

Salud alimentaria en tiempos de ajuste

La aparición de una bacteria peligrosa en un alimento de consumo masivo no puede leerse como un hecho aislado. Es un síntoma de un sistema que opera bajo presión económica, con controles que muchas veces llegan tarde y una lógica de mercado que prioriza sostener ventas antes que garantizar información transparente.

Para los consumidores, el escenario es complejo: precios altos, menor variedad, productos de calidad irregular y ahora también alertas sanitarias en marcas históricas. El ajuste no solo se siente en el bolsillo, sino también en la seguridad alimentaria.

El desafío de recuperar credibilidad

La Serenísima ocupa un lugar simbólico en la mesa argentina. Pero ese lugar implica responsabilidades. Frente a episodios como este, no alcanza con cumplir protocolos internos o emitir comunicados escuetos. Hace falta una comunicación clara, accesible y honesta, que ponga en el centro la salud pública y no la gestión de imagen.

En un país atravesado por la crisis económica, la calidad de los alimentos no puede convertirse en una variable más del ajuste. Recuperar la confianza requiere controles efectivos, información transparente y un compromiso real con quienes, todos los días, dependen de estos productos para alimentarse.

Ambiente y salud pública: dos dimensiones inseparables

Los episodios de contaminación alimentaria no son solo fallas empresariales puntuales: son alertas sanitarias y ambientales. La producción de alimentos a gran escala, concentrada y bajo presión económica permanente, tiende a reducir márgenes de seguridad, debilitar controles y acelerar procesos que impactan directamente en la salud colectiva.

Cuando un alimento contaminado llega a la mesa, el problema no termina en el retiro del lote. Se activan circuitos de desperdicio forzado, se descartan toneladas de comida y se profundiza una lógica insustentable donde los costos ambientales y sanitarios no los asumen las grandes empresas, sino la sociedad en su conjunto.

En un contexto de ajuste, caída del consumo y retiro del Estado de funciones clave, la salud pública queda cada vez más expuesta a las fallas del mercado. Menos controles, menos fiscalización y más presión económica conforman un escenario riesgoso donde la seguridad alimentaria deja de ser una prioridad.

La alimentación segura, suficiente y de calidad es un derecho, no una concesión. Desde una perspectiva ambiental y sanitaria, no hay sustentabilidad posible si se naturaliza el deterioro de los alimentos y se debilitan los controles que protegen a la población. Cuidar la mesa de los argentinos también es cuidar el ambiente, la salud y el futuro.

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