Córdoba: Un árbol de 300 años frente a las topadoras, la historia del quebracho blanco que quieren arrancar para hacer una ruta

Nació casi un siglo antes de que existiera la Argentina. Hoy, podría ser derribado para duplicar una avenida en Villa Allende. Vecinos, especialistas y organizaciones ambientales se organizan para defenderlo, pero la Justicia ya falló en su contra.

ACTUALIDAD11/06/2025La Política AmbientalLa Política Ambiental
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Sobrevive desde antes de la patria. Creció lento, fuerte, sin apuro. Vio pasar tormentas, trenes, cambios de siglo, dictaduras, democracias, incendios y desmontes. Aún así, el quebracho blanco que habita la banquina de la avenida Padre Luchesse, en Villa Allende, Córdoba, sigue en pie. Tiene casi 300 años. Pero ahora, lo que no pudieron el tiempo ni el clima, podría hacerlo el cemento: la Municipalidad y la empresa Caminos de las Sierras quieren removerlo para ampliar la ruta.

El árbol está en el lugar exacto donde se proyecta duplicar la calzada. Y eso, para el plan de obras, es un problema. No así para la comunidad, que desde hace meses reclama otra cosa: que el progreso no arrase lo que la historia cuidó.

El árbol que "estorba" al trazado
La historia empezó con una denuncia pública. Luego vinieron los estudios, los informes técnicos, la confirmación: el quebracho estaba sano, firme, con brotes nuevos. Le siguieron los festivales, las asambleas, los abrazos simbólicos, las propuestas de alternativas. Hasta que llegó el revés: la Justicia cordobesa rechazó el amparo ambiental presentado por legisladoras y organizaciones, y habilitó el avance de la obra. El árbol quedó solo frente a las máquinas.

Pero para quienes viven cerca, no es solo un árbol. Es un símbolo, una presencia que representa a todos los que ya no están: los bosques desmontados, las especies desaparecidas, las raíces que alguna vez cubrieron esta tierra. Es también un acto de memoria ambiental, en una provincia que hoy conserva menos del 3% de su bosque nativo en buen estado.

“El árbol no impide el progreso. Solo exige respeto”, dicen desde la asamblea vecinal. Y explican que existen alternativas viables para correr el trazado unos metros. Pero el argumento oficial apunta a la “seguridad vial” y a supuestas dificultades técnicas para modificar la obra. También se planteó la idea de un trasplante, aunque los expertos advierten que tiene menos del 20% de probabilidad de éxito. Y eso si se hiciera a tiempo, con protocolos específicos. Nada de eso se está cumpliendo.

El monte que no está
“Este quebracho no es solo un árbol: es el reflejo del monte que perdimos”, dice Guillermo Galliano, referente ambiental y presidente de la Fundación Mil Aves. Y agrega: “Queríamos que quedara en pie, no para impedir la ruta, sino para recordarnos que otra forma de construir es posible”. Porque nadie se opone a la obra, sino a que se haga con lógica de atropello, sin espacio para la vida que ya estaba antes.

El árbol, que tiene unos 10 metros de altura y raíces que se extienden hasta 50 metros, creció al borde de antiguas vías del tren, soportó vibraciones, cambios climáticos, sequías y urbanizaciones. Hoy, sin embargo, está en peligro por la insistencia en no correr una línea sobre el plano.

Vecinas, vecinos, artistas, ingenieras forestales, agrónomos y arquitectos han salido a defenderlo. Han propuesto soluciones. Han tendido la mano al diálogo. Pero sienten que del otro lado solo hubo apuro y negación.

Una vigilia entre ramas y tierra
Con el fallo judicial ya dictado, la comunidad no se desmoviliza. Hay guardias permanentes junto al quebracho, asambleas abiertas, vigilancia ciudadana. Nadie quiere que el árbol desaparezca en silencio. “Estamos atentos a cada movimiento. No sabemos qué día intentarán sacarlo ni con qué maquinaria. Pero no vamos a mirar para otro lado”, aseguran.

Del lado oficial, tampoco hay certezas. El equipo técnico original renunció. El protocolo de trasplante no se cumplió. Y las promesas cambiaron. Primero dijeron que no era posible reubicar otros árboles del lado norte de la traza. Luego admitieron que eran pocos y que podrían ser trasladados. Pero aun así, el quebracho sigue siendo el que debe irse.

¿Qué dice el futuro?
En tiempos donde el discurso político habla de sustentabilidad, cuidado ambiental y cambio climático, arrancar un árbol de 300 años por no modificar un trazado vial es, cuanto menos, una contradicción brutal. ¿Qué mensaje se da a una generación que recicla, planta, participa, cuida?

Lo que está en juego no es solo un ejemplar de quebracho blanco. Es la pregunta de fondo: ¿podemos crecer sin destruir? ¿Es posible hacer obras públicas que respeten la vida que ya habita el territorio? ¿Vale más una curva en la ruta o tres siglos de historia natural?

Hoy, mientras los motores se encienden y las palas retroexcavadoras se preparan, hay un árbol en Villa Allende que sigue en pie. Aún. Tal vez, por poco tiempo. Tal vez, por última vez.

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