Inés Camillioni, científica especializada en cambio climático: “Estamos a tiempo de evitar el desastre”

CONCIENCIA AMBIENTAL16/01/2023La Política AmbientalLa Política Ambiental
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La doctora Inés Camilloni fue convocada por la Unesco para integrar la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología, un organismo dedicado a establecer el diálogo entre ética y ciencia. ¿Es la ingeniería climática uno de los caminos para solucionar el calentamiento global? ¿Cuáles son los límites y cuidados éticos que hay que considerar en su aplicación?
“Estoy muy orgullosa de haber sido elegida para formar parte de este organismo, cargo que representa un verdadero desafío profesional”, afirma Inés Camilloni, doctora en Ciencias de la Atmósfera, directora de la Maestría en Ciencias Ambientales de la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA – CONICET), autora de reportes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) y, desde octubre de 2022, única argentina miembro de la Comisión Mundial de Ética del Conocimiento Científico y la Tecnología (Comest). La Comest es un organismo multidisciplinario integrado por dieciocho académicos de distintas áreas (jurídica, cultural, filosófica, política y científica) de diversos lugares del mundo, más once miembros de organizaciones asociadas a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) y Naciones Unidas. Este órgano consultivo fue creado en 1998 para responder a los desafíos éticos que plantean los adelantos científicos y para brindar a los tomadores de decisiones criterios que excedan el análisis económico.

-Uno de los temas a abordar es el de la ingeniería climática.
-Sí, es un tema en el que vengo trabajando hace varios años. La geoingeniería es una disciplina que busca alternativas para intervenir la atmósfera a fin de contrarrestar los peores efectos del cambio climático. Hablamos de ética porque es uno de los dilemas que se plantean al modificar el clima a través de la tecnología.

-¿Podés darnos algún ejemplo de otro tema en el que se debatan los principios éticos relacionados con las ciencias?
-La pandemia nos hizo plantear algunas cuestiones. Una de ellas es el análisis de las respuestas dado por la ciencia durante el COVID-19. Además, surgieron temáticas impensadas, por ejemplo, cómo impactó el aislamiento en la actividad científica.
Está demostrado que provocó una importante baja en la productividad de las mujeres, quienes en general se hicieron cargo de los hijos, la escolaridad y el cuidado de los adultos mayores, entre otros quehaceres, mientras que, en el caso de los hombres, las publicaciones aumentaron sustancialmente. Otro debate importante es el referido a qué se debe priorizar. ¿Hay que invertir recursos en la ciencia básica (aquella que investiga sin conocer con exactitud su aplicación) o en la ciencia aplicada para resolver un problema específico? Son planteos válidos que deben analizarse para fijar posiciones. En este caso, creo que si llegamos al desarrollo de las vacunas contra el COVID-19 es porque hubo una investigación previa de décadas, sin la cual no se habría podido dar una respuesta rápida a la pandemia.

-Mencionaste que la Comest tiene una conformación multidisciplinaria. ¿Este hecho impactó en tu trabajo?
-Sí, porque, al tratarse de un trabajo multidisciplinario, tuve que vincularme con ciertas ciencias sociales, como la ética y la filosofía, y tuve que abordar temas que no me eran frecuentes. Por otra parte, como en el comité somos solo dos científicos del área de las ciencias duras del clima, debí acostumbrarme a utilizar un lenguaje menos específico para explicar las problemáticas científicas.

Geoingeniería, revolución y controversia

Pese a que está científicamente demostrado que, para evitar cambios irreversibles en diversos sistemas del planeta, el calentamiento global no debe superar 1,5 grados centígrados de temperatura respecto del período preindustrial (objetivo principal del Acuerdo de París), las emisiones siguen creciendo. En este contexto, y como respuesta al calentamiento global, se empezó a analizar la posibilidad de intervenir a gran escala el clima terrestre. A esta tecnología se la denomina “geoingeniería” o ingeniería climática.

-¿Cómo surgió la idea?
-Fue sugerida por Paul J. Crutzen (premio Nobel de Química 1995) después de la erupción del volcán Pinatubo de 1991 en Filipinas que liberó a la atmósfera toneladas de dióxido de azufre y pequeñas partículas que alcanzaron los 20 kilómetros de altura. Una de las consecuencias de ese hecho fue la disminución de la temperatura promedio del planeta a alrededor de medio grado centígrado en los meses subsiguientes. Esta experiencia llevó a Crutzen a plantear que quizás se podría replicar de modo artificial un efecto similar al de la erupción volcánica y usarlo como estrategia para enfriar el planeta. A partir de entonces, comenzaron las investigaciones que se aceleraron en los últimos cinco a diez años, como un modo de aliviar el síntoma más evidente del cambio climático, que es el calentamiento global.

-¿Cómo se realiza esta clase de investigaciones?
-En la actualidad, se hacen con modelos y simulaciones con computadoras. Es una estrategia –la única de impacto global– de la geoingeniería, que consiste en incorporar una gran cantidad de partículas en la estratósfera para bajar la temperatura. Ya que los acuerdos no logran plasmarse, y no se implementan medidas que actúen sobre las causas del calentamiento global, la ingeniería climática surge como una herramienta que permitiría aliviar los riesgos y sufrimientos del planeta.

-¿Se trata de una tecnología de fácil acceso?
-Esta tecnología tiene tres características: es potencialmente eficaz, tecnológicamente factible (EE. UU. está diseñando los aviones) y no es cara, porque requeriría un gasto de unos 10.000 millones de dólares anuales que, para el mundo, no es nada. Estas condiciones permitirían que un país o un grupo o una empresa pueda decidir implementarla. Por esta razón y para evitar decisiones unilaterales que puedan generar conflictos, el desarrollo científico debe ir acompañado de la discusión sobre cuál será el sistema de gobernanza global.

-¿Cuáles son los principales riesgos?
-Una cuestión muy importante a tener en cuenta es que bajar la temperatura no significa retroceder al clima de hace medio siglo, ya que más allá del calentamiento global, el dióxido de carbono liberado a la atmósfera permanece, y el hielo derretido es irrecuperable, por mencionar solo dos elementos. Entonces, en realidad, crearemos un clima nuevo que va a generar ganadores y perdedores: algunos lugares se van a sobreenfriar, en otros, habrá exceso de lluvias o sequías; puede haber impactos en los ecosistemas, la producción de alimentos y la salud humana, entre otras consecuencias que debemos investigar.

Conclusiones e interrogante sobre la ingeniería climática

-¿Ya se alcanzó algún tipo de conclusión en los estudios realizados?
-Sí, tenemos resultados, producto de simulaciones con modelos computacionales. En la evaluación de riesgos y la toma de decisiones, hay que generar todos los escenarios y analizar las posibles estrategias para minimizar perjuicios. En Sudamérica, por ejemplo, dado que no logramos bajar las emisiones de dióxido de carbono, podríamos compensar el aumento de temperatura inyectando estos aerosoles en la estratósfera. En algunas regiones, sería factible bajar hasta un grado promedio, y eso impactaría el funcionamiento de un sistema ecológico o el de los cultivos; en otras zonas, las olas de calor serían menos intensas y frecuentes, llovería más; o, en lugares semiáridos o secos, la crisis hídrica se podría profundizar, por mencionar solo algunas consecuencias. Como los riesgos y beneficios no se distribuyen en forma homogénea, es necesario analizar las posibilidades de adaptarse y reducir daños, entre otras medidas.

-¿Cuándo podría estar disponible esta tecnología y cómo se implementaría?
-En cuanto a los tiempos, no creo que se necesiten más de diez años para su realización, y con la velocidad que avanza la tecnología, puede ser antes. EE. UU. está diseñando los aviones, y en la universidad de Harvard, ya realizaron un experimento de lanzamiento de partículas para saber cómo funcionará una sustancia en particular al dispersarse en la estratósfera. Hasta ahora, conocemos lo que ocurre con las erupciones volcánicas que incluyen el azufre, un elemento químico que destruye la capa de ozono, razón por la cual está descartado. Respecto a su implementación, los aerosoles inyectan las partículas, y la misma circulación del aire las distribuye en el planeta. Esto debería repetirse varias veces al día durante años. Algunos riesgos que resultan de la investigación son: ¿Si por algún motivo se terminara el proceso, habría un efecto rebote que dispararía la temperatura? ¿Y cuáles serían las consecuencias si se diera una erupción volcánica que produjera un enfriamiento natural?

Un problema de todos

-Si es una medida global cuyas consecuencias afectarán a todo el planeta, ¿en manos de quién estará su aplicación?
-Se está pensando en un sistema de gobernanza global en el marco de Naciones Unidas o de otro organismo donde se puedan decidir las medidas a tomar. Si bien son los países desarrollados los que tienen recursos y acceso a esta tecnología, no hay dudas de que todos debemos tener voz y voto. En cuanto a mi trabajo, yo empecé a estudiar el tema desde el punto de vista de un país en desarrollo y, hoy, estoy analizando qué efectos e impactos podrían tener en Sudamérica.

- ¿Eso significa que todos los países tendrían el mismo peso en la toma de decisiones?
-Así debería ser si el sistema de gobernanza se establece bajo el marco de Naciones Unidas e, incluso, cualquier decisión debería adoptarse por unanimidad. Creo que es importante dejar en claro que el objetivo no es promover la implementación de la geoingeniería, si no, llegado el momento, poder tomar decisiones informadas sobre la base de conocimientos nacionales. Hay que divulgar estas cuestiones porque, aunque en nuestra Región se habla muy poco, son discusiones que se están dando en los países desarrollados.

-¿Es acertado decir que es una especie de parche, y no una solución de fondo?
-Sí. No debemos perder de vista que estamos atacando el síntoma, y no la causa. Dicho de otro modo, seguimos encaminándonos hacia una situación catastrófica que afecta, sobre todo, a los más vulnerables y a las regiones con menor capacidad de adaptación, que son las que tienen menor responsabilidad en el cambio climático.

Cumbre del Clima

-Entre el 6 y el 18 de noviembre pasados, se realizó en Sharm el-Sheij, Egipto, la 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 27). ¿Cuál es tu balance?
-Si bien uno es cada vez más escéptico en cuanto a lo que ocurre en la COP, hay cosas positivas a destacar. Una de ellas es que ya no se trata de un grupo de políticos tomando decisiones, porque existen cada vez más voces resonando, como por ejemplo, la de organizaciones no gubernamentales y pueblos originarios. Otra es que se incluyó el debate sobre daños y pérdidas: cómo los países vulnerables están siendo afectados y de qué modo deberían recibir resarcimiento económico. Se creó un mecanismo para discutir la manera de hacerlo. Sin embargo, es claro que quedan muchas cosas por definir, y los tiempos de la Convención son muy lentos.

-¿Hubo algún avance respecto a los compromisos asumidos en el Acuerdo de París de limitar el calentamiento a 2 º C (o mejor aún a 1,5 º C) respecto del período preindustrial?
-La verdad es que los países están alineados con un aumento de temperatura muy alejado del Acuerdo, y no existen decisiones contundentes en cuanto a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero ni a las acciones de mitigación y adaptación al cambio climático. Las emisiones siguen en aumento, y los planes propuestos no están respaldados con el financiamiento necesario.

-¿Por qué es tan engorroso avanzar?
-Porque hay dos escalas de la discusión: la COP y los países. La Convención tiene el objetivo de actualizar los compromisos de los países para evitar un colapso del sistema climático, pero después depende de que las naciones implementen los acuerdos firmados. Si no lo hacen, todo es inútil. En la actualidad, los países desarrollados están bajando sus emisiones y continúan creciendo. El problema está en los países en desarrollo sin cuya contribución el panorama se complica más todavía.
Pensemos en China e India que son dos de los mayores emisores de CO2 y se comprometieron a ser carbono neutrales recién en 2060 y 2070, respectivamente. Y no nos olvidemos del contexto de la actual guerra en Ucrania, que lleva a buscar combustibles fósiles para palear el aumento de los precios de la energía.

-Aunque las consecuencias del cambio climático son cada vez más evidentes, hay una sensación generalizada de que la problemática perdió peso en las agendas políticas.
-Creo que hay falta de credibilidad respecto de las respuestas. Un ejemplo es que Greta Thunberg, la joven ambientalista sueca, este año no se presentó en la COP, probablemente como señal de escepticismo respecto de las discusiones y medidas.

-¿Se trató el tema de la ingeniería climática?
-Sí, yo estuve en un panel para hablar de la ética de la geoingeniería, lo cual muestra que el debate sobre las soluciones tecnológicas está ganando espacio en la discusión del cambio climático. Por este motivo, es fundamental impulsar la difusión del tema, es la única forma de evitar que otros tomen decisiones sin nuestra opinión.

La importancia de la difusión

-Una de tus actividades es la de la divulgación. ¿Es difícil trasmitir estas cuestiones?
-No sé si es difícil, pero, sí, puedo decir que la comunicación es clave. Según mi experiencia, la primera reacción cuando se habla de geoingeniería es siempre de rechazo, y mi rol es intentar combatir los prejuicios. La realidad es que, desde hace décadas, todos sabemos lo que debemos hacer –reemplazar combustibles fósiles y cambiarlos por energías renovables–, pero no lo hacemos. Entonces, en el caso de la ingeniería climática, nuestro objetivo es generar un reporte que discuta la ética con objetividad, entendiendo riesgos y beneficios para tomar decisiones en ese contexto.

-¿Hay forma de despertar mayor conciencia o influir en los tomadores de decisiones?
-Cada vez se le da más importancia a la comunicación, incluso yo, como autora de los reportes, recibí entrenamiento acerca de cómo hacerlo, pero es complejo impactar en las decisiones políticas nacionales que se toman a muy corto plazo. El cambio climático debe ser una política de Estado y, como tal, sostenida con compromisos a largo plazo.

-¿Sos optimista?
-Intento conservar el optimismo porque, de lo contrario, es muy difícil trabajar. La ciencia dice que estamos a tiempo de evitar el desastre, entonces, debemos tratar de persuadir a los tomadores de decisiones. Esto se puede hacer, y es urgente, porque los riesgos de la inacción son muchos. En eso, estamos embarcados todos los que trabajamos en el tema.

Fuente: InfoBae

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