El arroyo Espinillo, que desemboca en el río Paraná, volvió a aparecer teñido de rojo en la zona de Calzada de Espinillo, cerca de Sauce Pinto (departamento Paraná). Las imágenes y las denuncias públicas reavivaron la alarma por vertidos contaminantes y pusieron en foco la gestión de efluentes en el Parque Industrial de Crespo.
Un problema que vuelve
No es la primera vez que el Espinillo registra este tipo de episodios: ya en 2024 se habían reportado coloraciones rojizas en el agua con sospechas de vertidos industriales. Vecinos y organizaciones ambientales indican que los eventos coinciden con lluvias intensas, lo que sugiere que las lagunas de tratamiento o los sistemas de contención podrían estar desbordando o fallando.
¿Por qué importa?
El Espinillo forma parte de la cuenca del arroyo Las Conchas y, por extensión, aporta al río Paraná. Alteraciones en su calidad impactan la fauna acuática, la vegetación ribereña y pueden afectar tomas de agua y áreas recreativas aguas abajo. Además, la repetición de episodios como este expone fallas estructurales en la gestión de residuos líquidos industriales.
Quién denunció y qué reclaman
El colectivo Kayak Paraná Club y grupos ambientalistas difundieron las imágenes en redes, calificando el hecho como “un nuevo vuelco criminal”. Las denuncias exigen investigaciones rápidas, identificación de responsables y controles más estrictos sobre las prácticas del Parque Industrial de Crespo.
Qué dicen los especialistas
Técnicos en recursos hídricos y especialistas ambientales coinciden en que el episodio refleja un déficit de monitoreo y control. Entre las medidas urgentes que proponen están auditorías a empresas del parque industrial, verificación del estado y la capacidad de las lagunas de tratamiento, y la implementación de un sistema público de monitoreo continuo de la calidad del agua.
Un problema estructural
Episodios como el del Espinillo no son aislados en la región: muestran la necesidad de pasar de una gestión reactiva a una estrategia de prevención y control permanente. Sancionar a los responsables puede ser necesario, pero no suficiente: la solución real implica inversión en infraestructura, monitoreo y una política ambiental coherente.
Mientras tanto, el arroyo vuelve a teñirse y la comunidad exige respuestas. Para quienes usan el agua del Paraná y sus afluentes, la pregunta queda: ¿cuánto más vamos a esperar para evitar que estas crisis se repitan?













