Ficciones verdaderas sobre delitos ambientales
El jurista ambientalista español Antonio Sánchez Gómez transforma su experiencia litigando contra el cambio climático en una ficción con mucho de real
CONCIENCIA AMBIENTAL22/05/2023 Antonio Sánchez Gómez“El terror corporativo fluye por la Amazonía con más libertad que sus ríos”, dice Héctor, uno de los cuatro protagonistas de la novela Derrotero del jurista ambientalista español Antonio Sánchez Gómez.Frustrado por los magros resultados de la vía judicial contra las industrias contaminantes, Héctor aceptará el llamado de Bruno para emprender, junto a una bióloga boliviana y un activista cofán, acciones de sabotaje. La novela acompaña a los cuatro defensores medioambientales en un periplo selvático plagado de dificultades y riesgos. Es ficción. Pero no tanto.
En 2019, el abogado especializado en Derechos Humanos Antonio Sánchez Gómez estaba trabajando junto a organizaciones sociales en Ecuador en la redacción de una demanda contra el uso de los mecheros petroleros –o “mecheros de la muerte”– cuando se declaró un paro nacional que mantuvo paralizado al país durante casi un mes. Como todas las actividades se habían suspendido,aprovechó para viajar siguiendo el curso del río Napo hasta la ciudad de Iquitos, en Perú.
“Es un viaje muy largo, pesado, difícil, es muy monótono porque siempre vas viendo el verde y el agua y vas muy lento en esos cargueros y casi piraguas, a veces, y motoras y tal”, recuerda sobre la experiencia, que se convirtió en disparadora para la escritura de Derrotero, su primera novela.
“Estando en Bogotá, el año anterior, ahí creo que fue cuando empecé a pensar en la novela, porque fue un año en que hubo muchos asesinatos de líderes ambientales, indígenas. Y estando allí se produjo una manifestación que llamaron "el velatón", en la que la gente se echó a la calle en repulsa a todos esos asesinatos y a mí me impresionó mucho. Tuvimos contacto con líderes indígenas muy amenazados, muy acorralados. Y ahí fue en el momento en que empecé a pensar un poco en hasta qué punto podía llevarles tal acosamiento”, explica a Ñ Sánchez Gómez sobre la génesis de la historia.
De acuerdo a un informe del año pasado de la ONG Global Witness, en 2020, de los diez países con mayores asesinatos a activistas ambientales en el mundo, siete están en América Latina y casi tres cuartas partes de los ataques en Brasil y Perú ocurrieron en la región amazónica.
La literatura y el medio ambiente
“Yo creo que sobre todos estos temas, por ejemplo lo de Unión de Afectados por Texaco, se ha escrito mucho, pero se ha escrito siempre ensayo, estudios científicos, jurídicos, de biología, químicos, etcétera, que tratan la problemática. Yo veía que había mucha literatura en ese sentido, pero que eso no llegaba al gran público y fue por lo que pensé que tal vez una novela sí que tuviera un poco más de recorrido en un público general, digamos”, cuenta a Ñ el especialista, sobre la decisión de escribir ficción.
“La estructura es fácil, sencilla, es lineal, escrita en primera persona. Y en presente y a modo casi de diario. O sea, por ahí puede notarse un poco mis carencias literarias. Pero, al mismo tiempo pienso que esta primera persona me servía para dar una mayor inmediatez al lector, trasladarlo mejor al lugar, a la selva, tanto la primera persona como el tiempo presente. Me resultaba más fácil como escritor novel, pero también creo que ayudaba a esa inmersión al lector”, comenta.
El caso al que alude, el de la lucha de la Unión de Afectados por Texaco contra esa petrolera –hoy llamada Chevron– es, de acuerdo a Sánchez Gómez, paradigmático de lo que denomina “la arquitectura jurídica de la impunidad”.
“Esta organización se funda por los afectados por el desastre que causó la Texaco allí en la Amazonía ecuatoriana desde los años 60 hasta finales del siglo XX. Provocaron un desastre ambiental, probablemente el más grande que ha habido en la historia del planeta”, asevera.
“Durante 30 a 35 años se fue acumulando crudo en los sustratos, en los ríos y en el suelo por la práctica de almacenaje que hacían con las aguas de formación. Las vertían en piscinas, sin recubrimiento y simplemente las tapaban para que no las viera la población local”, explica.
Todas las instancias judiciales ecuatorianas condenaron a la petrolera por un monto que ascendía a los 9 mil millones de dólares. “De esto hace ya casi quince años. Y es una sentencia que nunca se consigue ejecutar por la simple razón de que la Texaco, que ahora se llama Chevron –precisamente fue una de las razones por la que cambiaron de nombre–, deja de reconocer a los tribunales de Ecuador y huye del país. Se llevan toda la infraestructura para no poder ser embargados, no poder ser ejecutados” refiere.
La demanda para frenar el uso de los mecheros petrolíferos en la que Sánchez Gómez colaboró como abogado tuvo un destino similar. “Son esos mecheros que estamos acostumbrados a ver en las imágenes de las plataformas petrolíferas, que son una gran llamarada en las cuales se quema el gas asociado al crudo. Producen benceno, metano y lluvia ácida y todos esos gases tóxicos van a los ríos, a los cultivos, se incorporan en la cadena trófica de los habitantes de la zona y producen cáncer” dice.
Un problema de salud
Y sin sorpresa agrega: “De hecho, allí en Sucumbíos, existe comprobada la tasa más alta de cáncer del mundo. No reconocida por el Estado, pero comprobado por algunos estudios como de la Acción Ecológica y de la Clínica Ambiental. Siempre viene pasando un poco lo mismo, ganamos la sentencia, en este caso también. Se prohibieron los mecheros en la Amazonía, esto fue en 2020, se dieron 18 meses para que se apagasen los mecheros que están cerca de la población local. Ese plazo se cumple ahora el 31 de este mes, de marzo, y no se ha apagado ninguno”.
En Derrotero, las frustraciones de la vida real pasan a la ficción. Declarado el paro nacional, el protagonista, Héctor, accede a la propuesta de Bruno de sumarse a un grupo para explorar la vía de la acción directa con la esperanza de parar o por lo menos dañar seriamente a las actividades extractivas. Los activistas tienen procedencias diversas, y, aunque el castellano que cada uno habla suena diferente, sus palabras dan cuenta de la misma devastación.
Enseguida el viaje a través de la selva se convierte en una fuga peligrosa. “Evidentemente es una huida hacia adelante y es una sin razón todo, en realidad, a lo que se lanzan, pero que nace también de la propia sin razón en las que están sus vidas en cuanto a amenaza y hostigamiento”, comenta el autor. “No di con nadie, ni en literatura ni en la realidad, que se haya lanzado a explorar esa vía, aunque creo que va a empezar a explorarse, pienso, en un futuro no muy lejano”, especula, risueño.
“En todos los sitios en donde he estado, en los que se supone que se está sacando mucho dinero porque hay petróleo, porque hay minería, todos esos pueblos que viven alrededor son pobres de solemnidad, o sea que eso del desarrollo a través de la industria extractiva es una mentira, es una falacia”, afirma. Esta realidad, también advierte, no es tan lejana a lo que se está empezando a vivir en algunas regiones de España.
“En la selva, la vida”, dice el dicho cofán que abre el libro. Por la vida, en la selva luchan sus defensores.
Fuente: Clarin
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