El mundo que se recalienta: Capitales que podrían cambiar de lugar por el Cambio Climático

INTERNACIONAL01/12/2025La Política AmbientalLa Política Ambiental
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Sin un horizonte político real para abandonar los combustibles fósiles y con la meta de mantener el aumento global bajo +1,5 °C prácticamente descartada, científicos y gobiernos advierten que ya no alcanza con adaptarse a fenómenos extremos: estamos entrando en una era de “puntos de inflexión” climáticos, capaces de desestabilizar sistemas que regulan el clima global. Y el primer país en asumir ese riesgo con medidas concretas fue Islandia.

Islandia declara a la AMOC como amenaza existencial

Durante la reciente cumbre climática, el anuncio islandés pasó casi desapercibido: el gobierno de ese país admitió que la eventual interrupción de la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC) representa ya una amenaza existencial. Por primera vez, un fenómeno oceánico relacionado con el clima fue declarado oficialmente ante el Consejo de Seguridad Nacional como riesgo directo contra la vida y la estabilidad social.

El ministro de Medio Ambiente, Energía y Clima, Johann Pall Johannsson, explicó que Islandia ya prepara investigaciones y políticas de preparación ante desastres: alertas tempranas, planes de contingencia, adaptación de infraestructura y medidas para proteger el bienestar de su población ante posibles cambios drásticos en el clima.

El renombrado oceanógrafo Stefan Rahmstorf, quien estudia el estado de la AMOC desde hace décadas, advirtió que su debilitamiento es una “evidencia irrefutable” y su colapso —aunque no inmediato— es una posibilidad cada vez más tangible. “Puede ocurrir en este siglo”, señaló, alertando que la AMOC está viviendo un lento declive.

Qué pasaría si la AMOC se detiene

Un eventual colapso de esta corriente oceánica traería consecuencias opuestas para distintas regiones del planeta. En el norte de Europa, incluida Islandia, podría producirse un enfriamiento local significativo, afectando condiciones de vida, agricultura y ecosistemas. Mientras tanto, regiones del sur —como el Mediterráneo, el sur de Europa y otras zonas vulnerables— soportarían un calentamiento aún mayor, con olas de calor, estrés hídrico y fenómenos extremos más intensos.

Los efectos serían múltiples: cambios drásticos en la agricultura, inseguridad alimentaria, migraciones forzadas, crisis en el suministro de agua, y colapsos ecológicos en amplias zonas del planeta. En otras palabras: no es un problema futuro, sino un riesgo real que ya condiciona políticas públicas y decisiones de vida.

Cuando el caos climático ya está en marcha: el caso de Irán

En otro rincón del planeta, en Teherán (Irán), el cambio climático no es una amenaza abstracta: una sequía prolongada de cinco años está empujando a su población a considerar medidas extremas. El presidente ha propuesto trasladar la capital a la zona de Makran, en la costa sur, para aliviar la sobrepoblación, la escasez energética y el estrés hídrico. La ciudad sufre un derrumbe en el suministro de agua: embalses esenciales se han secado, poniendo en riesgo la supervivencia urbana.

Este escenario revela la profunda interconexión entre crisis climática, crisis hídrica y decisiones políticas radicales. Cuando una metrópolis ya no puede asegurar agua para su población, la migración interna y los cambios forzados de territorio se convierten en realidad, no en predicción.

Más allá de extremos: los puntos de inflexión cambian las reglas

Los científicos alertan que los fenómenos extremos —olas de calor, incendios, inundaciones— seguirán aumentando. Pero los puntos de inflexión —como el colapso de corrientes oceánicas, la pérdida masiva de hielos polares o la degradación irreversible de ecosistemas clave— representan un salto cualitativo: un cambio de paradigma en la crisis climática global.

A diferencia de los eventos aislados, estos puntos no son temporales: sus efectos se retroalimentan, pueden desencadenar crisis múltiples (climáticas, ambientales, sociales) y endurecen la vulnerabilidad de regiones enteras. Ante esto, la adaptación requiere ser estructural: planificación del agua, territorios, migraciones internas, seguridad alimentaria y justicia climática.

Islandia da un primer paso — ¿lo seguirá el mundo?

Con su declaración, Islandia puso en agenda lo que muchas veces se oculta: el cambio climático ya no es solo una colección de eventos extremos, es una transformación radical de las condiciones de vida en el planeta. Declarar a la AMOC como riesgo de seguridad nacional significa reconocer que el clima puede colapsar sistemas esenciales.

Hoy más que nunca, se vuelve urgente repensar nuestras estrategias: no solo reducir emisiones, sino fortalecer resiliencia, equidad, derechos al agua y la tierra, y solidaridad global. Porque si los puntos de inflexión no se detienen, no habrá retorno.

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