
Argentina protege Península Mitre, un humedal clave contra el cambio climático
La nueva área natural está formada por 500.000 hectáreas de tierra y mar en Tierra del Fuego, en el extremo sur del país. Su ecosistema de turberas lo convierte en la región argentina con mayor captura de carbono
ACTUALIDAD05/01/2023

Argentina tiene una nueva área natural protegida: Península Mitre. Se trata de uno de los lugares más remotos y prístinos de Sudamérica —en Tierra del Fuego, 3.100 kilómetros al sur de Buenos Aires— pero su protección es clave además por la capacidad de este humedal para retener y acumular carbono y por el vasto registro de yacimientos arqueológicos en la zona.
El área natural protegida por ley abarca cerca de 300.000 hectáreas terrestres y 200.000 marinas en la isla Grande de Tierra del Fuego, en el extremo más meridional de Argentina. En superficie, la principal característica del ecosistema son las turberas, que se caracterizan por acumular en su interior grandes depósitos de materia orgánica semidescompuesta, conocidos como turba. En Península Mitre se concentran casi el 85% de las turberas de Argentina y los especialistas destacan que su capacidad de retener y almacenar carbono de la atmósfera es más eficiente que la de los bosques.
“Es una gran noticia que tengamos esta área protegida”, celebra Verónica Pancotto, investigadora del Conicet especializada en flujos de carbono y los ciclos biogeoquímicos en los ecosistemas de Tierra del Fuego. “Las turberas son humedales que tienen una gran cantidad de agua y que fijan el carbono porque la materia orgánica no se descompone sino que queda solo parcialmente descompuesta y termina en profundidad, acumulada. Pueden llegar a tener una profundidad de diez y hasta doce metros”, cuenta.
Pancotto advierte que este ecosistema es muy frágil porque necesita climas fríos y una importante cantidad de agua en superficie. “Les afecta si las condiciones cambian por el aumento de las temperaturas o por aportes de nitrógeno en las atmósfera”, destaca esta investigadora, integrante del Centro Austral de Investigaciones Científicas (Cadic).
Península Mitre es importante también por su gran biodiversidad. Tiene uno de los bosques submarinos de Macrocystis pyrifera mejor conservados del mundo y en sus aguas se alimentan ballenas jorobadas, delfines, lobos marinos, pingüinos y el huillín, una nutria patagónica en peligro crítico de conservación que es fundamental para regular el ecosistema fueguino. Guanacos, zorros colorados y numerosas especies de aves habitan en su superficie.
La aprobación de la ley de protección de Península Mitre, realizada por la legislatura provincial el pasado 7 de diciembre, es una victoria del movimiento medioambiental de Tierra del Fuego después de 30 años de lucha. El documentalista y activista Abel Sberna advierte que la normativa “es un primer gran paso”, pero ahora es necesario que se dote de herramientas para una protección efectiva que evite catástrofes como la sufrida en la reserva en el corazón de Tierra del Fuego, azotada por incendios en las últimas semanas.
La nueva normativa establece un plazo de tres años para formular un plan de manejo y gestión de la reserva del que participará una comisión consultiva integrada por representantes del Poder Ejecutivo, de las universidades públicas, del Conicet, cámaras empresariales, turísticas y comunidades originarias.
Yacimientos arqueológicos
Sberna subraya que la gran importancia medioambiental de Península Mitre opaca a menudo su relevancia histórica y cultural. “Alberga, por un lado, el registro de pueblos originarios que habitaron hace 7.000, 8.000 años de antigüedad, los haush, que están entre los primeros pobladores de América. Por otro lado, está el registro de los asentamientos humanos contemporáneos, como las explotaciones ganaderas y las loberías que forman parte de la historia de nuestra región”, cuenta.
En sus bravías aguas, están también los restos de numerosos naufragios de embarcaciones europeas de los siglos XVI, XVII y XVIII. “El estrecho de Magallanes fue uno de los primeros pasos interoceánicos y naufragaron una gran cantidad de buques españoles, portugueses, ingleses, noruegos y de otros países. Muchos de los naufragios no están estudiados y son un testimonio importantísimo de una etapa de navegación”, agrega Sberna.


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