

La Laguna Mar Chiquita, ubicada en el norte de Córdoba, se encuentra en una situación crítica, enfrentando la peor sequía en décadas. Este vasto cuerpo de agua, uno de los más grandes de Argentina, ha visto reducida su superficie a niveles alarmantes, poniendo en riesgo tanto su biodiversidad como su potencial turístico. La crisis actual no solo refleja una catástrofe ambiental, sino que también pone de manifiesto la urgente necesidad de gestionar los recursos hídricos como bienes públicos.
Un Pasado Vibrante
En la década de 1990, Mar Chiquita era un destino turístico destacado. Con sus aguas cristalinas y un entorno natural exuberante, atraía a miles de visitantes cada año. Las localidades cercanas, como Miramar y Mar Chiquita, se beneficiaban de esta afluencia, con hoteles, restaurantes y actividades recreativas que florecían gracias al ecosistema acuático. Durante este período, la laguna era un lugar donde las familias pasaban sus vacaciones, disfrutando de deportes acuáticos, paseos en bote y la observación de aves.
Sin embargo, todo comenzó a cambiar a partir de 2003, cuando el nivel de agua comenzó a descender drásticamente. La falta de lluvias y la sequía prolongada afectaron no solo el paisaje, sino también la economía local. En la década de 1990, Mar Chiquita era un destino con un amplio desarrollo de infraestructura turística. Hoteles como el "Hotel Mar Chiquita" y restaurantes que servían la gastronomía local prosperaban, generando empleo y vitalidad económica en la región.
El Impacto Ambiental y Social Actual
Hoy, las ruinas de esos establecimientos turísticos son un recordatorio palpable de la crisis. La caída en el nivel del agua ha dejado al descubierto estructuras abandonadas y ha reducido los hábitats disponibles para la fauna local. Mar Chiquita alberga una rica diversidad de especies de aves, muchas de las cuales dependen del agua para su supervivencia. Con la disminución del espejo de agua, la cantidad de hábitats adecuados ha disminuido drásticamente, provocando una notable disminución en las poblaciones de aves y otros animales que habitaban la región.
La crisis de Mar Chiquita no es solo ambiental; es un claro reflejo de cómo la falta de gestión adecuada de los recursos hídricos puede impactar a las comunidades locales. Con el agua en niveles críticos, la economía de la zona sufre. Las actividades recreativas y el turismo han disminuido, y los habitantes se enfrentan a un panorama desolador, donde el potencial de la laguna como un atractivo turístico se desvanece.
Cambios Climáticos y la Gestión del Agua
La reducción del nivel de la laguna está ligada a fenómenos climáticos como El Niño y La Niña, que influyen en las precipitaciones en la región. Aunque hubo momentos de recuperación, como en 2015 y 2016, cuando las condiciones climáticas permitieron un aumento temporal del nivel de agua, esta recuperación fue efímera. Con el retorno a condiciones de sequía, la laguna ha vuelto a su estado crítico.
Este panorama pone de manifiesto la necesidad de que los recursos acuíferos sean considerados bienes públicos. La gestión del agua debe estar bajo control estatal para garantizar que su uso sea equitativo y sostenible. Proteger y recuperar nuestros cuerpos de agua es esencial para preservar la biodiversidad, revitalizar economías locales y garantizar el acceso a un recurso vital para todas las comunidades.
En otros lugares del mundo, existen ejemplos de cómo una gestión pública efectiva puede salvar cuerpos de agua. Por ejemplo, en España, la recuperación del Parque Natural de las Marismas del Odiel ha sido posible gracias a la intervención estatal y a la participación activa de la comunidad. Iniciativas similares podrían aplicarse a Mar Chiquita, priorizando la restauración ecológica y la reactivación del turismo sostenible.
La situación de la Laguna Mar Chiquita es una llamada de atención sobre la importancia de una política hídrica responsable y consciente del cambio climático. La sociedad, especialmente los jóvenes, debe involucrarse en la defensa de este recurso. El agua es un derecho humano que debe ser protegido y gestionado en beneficio de todos. La crisis de Mar Chiquita nos recuerda que, si no actuamos ahora, los costos de la inacción serán incalculables.


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