El río Paraná: ¿El próximo Riachuelo? Justicia ordena un saneamiento urgente, pero el futuro sigue siendo incierto
JUSTICIA AMBIENTAL26/12/2024La Política AmbientalLa reciente resolución de la Justicia Federal sobre el saneamiento del río Paraná marca un punto crítico en la historia ambiental de Argentina. Por fin, después de décadas de negligencia y falta de control, la jueza Sylvia Aramberri ha ordenado la construcción urgente de una planta de tratamiento de los efluentes cloacales que desde hace años se vierten sin control en el sur de Rosario. Este fallo, que llega tras una denuncia presentada por la Asociación Civil Cuenca Río Paraná, pone de relieve la crisis ambiental que afecta al Paraná, un río vital para la región, y marca un paralelismo preocupante con lo ocurrido con el Riachuelo.
Durante años, el Riachuelo fue el espejo de la falta de control ambiental y la inacción de las autoridades. Hoy, el río Paraná corre el riesgo de convertirse en el próximo Riachuelo: un curso de agua que, por su contaminación masiva, podría ser una pérdida irreversible para la biodiversidad, la salud pública y el desarrollo económico de la región. Sin embargo, la sentencia de la jueza Aramberri ofrece una oportunidad, aunque el camino por recorrer aún está lleno de incertidumbres.
El Riachuelo y el Paraná: ¿Lecciones no aprendidas?
El Riachuelo, que cruza el Gran Buenos Aires, es uno de los ríos más contaminados del mundo. Su historia de abandono y deterioro comenzó hace más de un siglo, con el vertido incontrolado de desechos industriales, cloacales y residuos urbanos. A pesar de los esfuerzos para limpiar y sanear el río, su recuperación ha sido una tarea titánica que aún no ha logrado resolver la crisis ambiental. En el caso del Paraná, aunque la magnitud de la contaminación aún no alcanza los niveles extremos del Riachuelo, la situación no es menos grave.
El fallo sobre el saneamiento del Paraná se centra en el vertido de efluentes cloacales sin tratamiento adecuado en el sur de Rosario, un problema que se ha arrastrado durante décadas. Este tipo de contaminación, que afecta tanto a la calidad del agua como a la biodiversidad acuática, está en un punto de no retorno. La jueza ha ordenado que se construya una planta depuradora para tratar los efluentes y mitigar los efectos nocivos en el ecosistema del río. A la par, también se han establecido estrictos controles sobre el vertido de desechos, con informes detallados cada tres meses para asegurar que las obras se realicen conforme a lo prometido.
Sin embargo, como ocurrió con el Riachuelo, la solución del Paraná no es sencilla ni rápida. El Riachuelo lleva años de intervención y aún no ha logrado alcanzar los estándares mínimos de calidad del agua. Si no se implementan medidas firmes, con plazos claros y un compromiso real por parte de las autoridades nacionales y provinciales, el río Paraná podría enfrentar un destino similar.
¿Por qué es urgente actuar?
A diferencia del Riachuelo, el río Paraná sigue siendo una fuente de vida para millones de personas. Aguas Santafesinas S.A. (Assa) y el Ente Regulador de Servicios Sanitarios de la Provincia de Santa Fe (Enress) deben actuar con la urgencia que la situación demanda. La contaminación de los ríos no solo afecta a la biodiversidad y a los ecosistemas acuáticos, sino que también pone en riesgo la salud pública de las comunidades ribereñas. En el caso del Paraná, la jueza Sylvia Aramberri ha calificado la situación como urgente, subrayando que la falta de tratamiento adecuado de los efluentes cloacales ha causado ya daños irreparables en el ecosistema del río.
Según el dictamen de los peritos, el impacto sobre la fauna acuática ha sido devastador. La mortandad de peces y la degradación de la calidad del agua son solo algunos de los efectos visibles de años de descuido. Si el saneamiento no se lleva a cabo de manera efectiva y con la rapidez necesaria, el Paraná podría seguir el mismo camino que el Riachuelo, un río que, a pesar de años de intervención, aún es incapaz de sustentar una vida saludable.
Un paso adelante, pero la historia no termina aquí
El fallo judicial ordena una serie de medidas, como la construcción de la planta depuradora y controles rigurosos sobre los vertidos, pero aún quedan preguntas sin responder: ¿Cómo garantizar que esta resolución no sea otra promesa incumplida? ¿Cómo asegurar que las autoridades actúen con la misma urgencia con la que la jueza ha exigido el saneamiento?
Uno de los principales problemas que persisten es la falta de plazos específicos y de metas claras para la ejecución de las obras. Aunque la jueza ha establecido un plazo general, el abogado de la Asociación Civil Cuenca Río Paraná, Fabián Maggi, ha señalado que es necesario un cronograma detallado que fije fechas límite para que las obras no se dilaten durante décadas, como ocurrió con el Riachuelo. En ese sentido, los informes semestrales y los controles trimestrales son pasos en la dirección correcta, pero aún no se puede cantar victoria hasta que las obras estén efectivamente en marcha.
El desafío de no repetir la historia del Riachuelo
El río Paraná es un sistema hidrográfico crucial para el país, no solo desde el punto de vista ambiental, sino también económico. Es una vía fluvial esencial para el transporte de mercancías y una fuente de agua potable para millones de argentinos. Su contaminación no es solo un problema local, sino un desafío nacional. Si no se toman las medidas adecuadas ahora, el Paraná podría terminar siendo otro ejemplo de desidia estatal, como ya ocurrió con el Riachuelo, cuya restauración aún es una tarea inconclusa.
El futuro del Paraná está en nuestras manos. El fallo judicial es un paso positivo, pero para evitar que el río siga el destino del Riachuelo, es necesario que el gobierno y las empresas responsables trabajen con la misma determinación para implementar los cambios necesarios. Esto implica no solo la construcción de la planta de tratamiento, sino también un control más estricto sobre las actividades industriales y urbanas que afectan al río, y un compromiso real con la restauración ambiental.
Un futuro incierto, pero posible
El río Paraná no tiene tiempo para esperar. Si las autoridades cumplen con el fallo de manera efectiva y con un enfoque integral, es posible evitar que el Paraná se convierta en otro caso perdido, como el Riachuelo. La salud ambiental y la calidad de vida de las comunidades ribereñas dependen de la urgencia con que se aborde esta problemática.
El Paraná tiene una oportunidad, pero para aprovecharla, es crucial que no se repitan los errores del pasado. La historia del Riachuelo debe servir como advertencia: no podemos permitirnos que el Paraná siga el mismo camino.