Riachuelo: historia de contaminación, la causa Mendoza y nuevas estrategias de limpieza

ACTUALIDAD21/08/2025La Política AmbientalLa Política Ambiental
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Contaminación ambiental en el Riachuelo Fabián Marelli - LA NACION

El Riachuelo, que atraviesa 14 kilómetros dentro de la Ciudad de Buenos Aires y se extiende hacia el Gran Buenos Aires, ha sido durante más de un siglo símbolo de la contaminación urbana e industrial. Desde sus inicios, el río estuvo rodeado de talleres, frigoríficos y fábricas, cuyos desechos eran vertidos sin control, lo que transformó sus aguas en un curso de fuerte olor y aspecto turbio.

A fines del siglo XX, la situación alcanzó un punto crítico. La contaminación industrial y domiciliaria provocó daños ambientales y sociales que desembocaron en la histórica causa Mendoza, iniciada en 1993 por la jueza María Julia Alsogaray y luego continuada por la Corte Suprema de la Nación. La causa ordenó a la Nación, la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad a sanear la Cuenca Matanza-Riachuelo y reparar los daños ocasionados, reconociéndose el derecho de los vecinos a vivir en un ambiente sano. Durante más de 16 años, el Plan Integral de Saneamiento Ambiental del Riachuelo, supervisado por la justicia, buscó controlar la contaminación y mejorar la calidad de vida en la cuenca.

Sin embargo, con los años, la composición de la contaminación cambió. Actualmente, el 80 % de los residuos proviene de efluentes cloacales, mientras que los industriales representan solo el 20 %. Pozos ciegos colapsados y redes de saneamiento insuficientes continúan vertiendo aguas negras al río, sobre todo en municipios del Gran Buenos Aires.

Para revertir esta situación, el Gobierno nacional finalizó recientemente el Sistema Riachuelo, una obra histórica que incluye un colector paralelo al cauce y una planta de tratamiento sobre el Río de la Plata. La infraestructura amplía el servicio a 6 millones de personas y suma a 1,5 millones más a la red. Desde 2010, con la puesta en marcha del plan de saneamiento de ACUMAR, se retiraron alrededor de 5.000 toneladas de basura y se logró recuperar la navegabilidad en sectores emblemáticos como Caminito y La Boca, lo que permitió a embarcaciones recreativas y turísticas recorrer el río.

“El espejo de agua volvió a tener flora y fauna. Hoy se puede estar en la zona, no hay más ese olor nauseabundo”, señaló Ignacio Baistrocchi, Ministro de Espacio Público e Higiene Urbana de la Ciudad. Aun así, el funcionario advirtió que el desafío no termina con la limpieza: “El problema no es lo que sacamos, sino que la gente siga tirando residuos”.

Para acelerar la limpieza, la Ciudad incorporó una nueva embarcación fabricada 100 % en Argentina, capaz de cargar hasta 2.000 kilos de basura por viaje, reemplazando a catamaranes más pequeños que apenas transportaban 500 kilos. Cada mes se retiran entre 60 y 120 toneladas de residuos, que se clasifican para reciclaje y disposición final en CEAMSE.

Pese a estos avances, la coordinación con la provincia de Buenos Aires sigue siendo un desafío, ya que gran parte del cauce compartido no recibe el mismo nivel de intervención. La Ciudad, en paralelo, continúa con campañas de educación ambiental, colocación de contenedores diferenciados y concientización sobre la gestión de residuos, buscando que la limpieza vaya acompañada de prevención.

Datos de color: durante las primeras décadas del siglo XX, el Riachuelo estaba bordeado por decenas de frigoríficos y astilleros. Los barcos que cruzaban el puerto veían un río con un color oscuro característico y un olor penetrante, fenómeno que marcó la memoria colectiva y motivó expresiones culturales sobre la “maldición del Riachuelo”. Hoy, si bien el agua sigue lejos de ser potable, la fauna regresó a tramos visibles y los vecinos pueden acercarse a espacios como Caminito, donde el río se integra al paisaje urbano, antes inaccesible por el riesgo sanitario.

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