Cierra en Catamarca Bajo de la Alumbrera, la primera mina de cobre a gran escala de la Argentina.
El yacimiento se comenzó a operar en 1997 y durante 21 años produjo cobre, oro y molibdeno, un metal muy resistente al calor que se utiliza para fabricar piezas para industrias como la petrolera, química, automotriz, aeronáutica, entre otras. Solo para el plan de cierre se invertirán u$s400 millones.
Alumbrera está ubicada en el noroeste de la provincia, a 400 km de San Fernando del Valle de Catamarca y a 2.600 metros sobre el nivel del mar.
Sus inversores fueron la suiza Glencore (50%) y las canadienses Goldcorp (37,5%) y Yamana, con 12,5%. Para operar el yacimiento se asociaron en una UTE con YMAD, Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio, que está conformada por el gobierno catamarqueño y la Universidad Nacional de Tucumán.
Mientras la mina estuvo activa empleó a 1.953 trabajadores y llegó a procesar unas 120.000 toneladas de piedra por día.
Bajo de la Alumbrera produjo un promedio anual de 321.000 toneladas de concentrado, que contienen unas 100.000 toneladas de cobre y 300.000 onzas troy de oro. También produjo 0,8 toneladas de oro doré y 957 toneladas de concentrado de molibdeno.
Desde 2018 la vida en la mina se fue apagando lentamente. Pero no es el final. Actualmente se encuentra en un proceso de cierre de botaderos, que implica la cobertura y revegetación de escombreras de material estéril. Además, se trabaja en una etapa de cuidado y mantenimiento de la infraestructura para ser utilizada en el novedoso proyecto MARA, la apuesta a futuro de Yamana con el yacimiento cercano Agua Rica, que volverá a dar vida a las instalaciones.
MARA es un ambicioso proyecto a cielo abierto encabezada por Yamana (56,25%), a la que se sumaron Glencore (25%) y Newmont (18,75%). Está ubicado a 35 kilómetros de Alumbrera y tendrá 27 años de producción. MARA utilizará el campamento, suministro eléctrico y de agua, la tubería de transporte de concentrado, la planta de filtrado, los trenes y el mismo puerto para exportar que Alumbrera, lo que disminuye significativamente la huella ambiental. La mayor parte de la inversión irá al destape de mina, la construcción de una trituradora y una extensa cinta transportadora de 35 kilómetros hasta Agua Rica, de los cuales unos 5 quedarán encauzados bajo la montaña.
Cuando MARA entre en producción pasará a integrar el Top 25 de los productores de cobre a nivel mundial. La inversión inicial será de u$s2.700 millones, con un capital de sostenimiento durante la vida del proyecto de u$s1.500 millones anuales. Empleará a 2.750 personas durante la construcción y a unas 1.000 en operaciones. El 12% del personal serán mujeres, ya sea de MARA o contratistas. Pero para iniciar los trabajos en Agua Rica es necesario cerrar Alumbrera.
“En minería hay un concepto muy claro que dice que el cierre de mina se ejecuta desde el inicio del proyecto, y no al final. En una operación minera siempre que haya oportunidad de ir remediando y rehabilitando, se lo hace, porque es un costo que venimos adelantando para anticiparse a un costo futuro”, definió el superintendente senior de mina Daniel Moreno, durante una reciente visita de Ámbito al yacimiento de Catamarca.
En la recorrida este cronista visitó la planta concentradora donde se procesan los minerales, hoy en desuso, cuidado y mantenimiento; los viveros de producción de plantines para reforestar la zona; los botaderos donde se acumuló el material no vendible de la mina; el dique de colas, donde se almacena el agua; y el campamento minero de montaña, donde vivieron más de 2.000 personas durante casi dos décadas.
La experiencia permite echar luces sobre una actividad denostada, pero indispensable para la vida humana, la producción de todo tipo de productos y el crecimiento económico del país. Sin ir más lejos, el Gobierno nacional estimó que en los próximos años llegarán inversiones mineras por un total de u$s25.000 millones, una cifra sólo comparable con la productividad del campo y los hidrocarburos.
¿Qué sale de la mina?
De una mina salen dos tipos principales de materiales: el mineral de interés, que es económicamente rentable, que se extrae, se procesa en una planta y se vende; y el estéril, que contiene minerales, en el caso de Alumbrera principalmente cobre y oro, pero no cantidades suficientes como para que se pague por su procesamiento, aunque eso puede variar durante los años.
Durante la época de exploración, en la década de los noventa, se hizo un modelo de explotación donde se establecieron los tipos de minerales para extraer en el momento y a futuro. La llamada “ley de corte”, que define lo que es un mineral de una piedra sin valor, es la clave para definir qué cantidades de mineral se toleran en la roca.
Dentro del material estéril hay dos subproductos: uno que contiene mucha pirita, que es lo que produce un ácido contaminante si entra en contacto con oxígeno y agua, y el benigno, con capacidad de neutralización ácida. Todos vienen del mismo lugar, pero son tipos de rocas diferentes. En Alumbrera, al inicio de las operaciones, miles de toneladas de material benigno fueron separados y acumulados en un lugar específico para que 20 años después, en el proceso de cierre de mina, se lo utilice para recubrir los botaderos, ya que son las primeras capas de la montaña.
Ese material tiene un costo muy alto y dentro de la ecuación general del plan de viabilidad de la mina es el que define si un proyecto es económicamente rentable o no.
Por ley, cuando se diseña un botadero hay límites geométricos que cumplir, ya sea por capacidad, altura o tonelaje. A lo largo de los años, cuando los botaderos se acercaban a los máximos y su configuración final, el material benigno de la mina en lugar de ir al stock, lo enviaron directamente a cubrir a botaderos de estéril, proceso denominado “rehabilitación progresiva”.
Cómo es el proceso de revegetación
El proyecto de generación de plantines para el proceso de revegetación forma parte del plan de cierre de mina. Según detalló Daniel Moreno, la cobertura de la escombrera o botaderos busca que tomen la configuración más parecida, la más original, a las que tenía la zona antes de la intervención del proyecto. Las zonas y cerros cercanos tienen una cobertura vegetal raleada, estrecha, de plantas pequeñas, arbustos, y esa es la fisonomía que se proponen dejar.
Ezequiel Ríos es un joven ingeniero agrónomo nacido en Belén y está a cargo del proyecto de los plantines para la empresa Yokavil, de la localidad cercana de Santa María. Yokavil está integrada por personal de los pueblos originarios Quilmes y Fuerte Quemado. El 80% del personal es catamarqueño. El trabajo de agrónomos, viveristas, paisajistas y biólogos comenzó en 2003, para definir cuáles eran las especies que mejor se reproducían a través de semillas o esquejes. Según comentó Ríos, las especies nativas que mejor se adaptaron son la retama, el cachiyuyo, la jarilla, el romerillo y el suncho, entre otras.
“Se hizo un estudio de toda la flora cercana, se experimentó en germinación, y se definieron las especies. Ahí, se armó un banco de germoplasma para tener semillas guardadas en frío y que conserven su capacidad de germinación en determinado período de tiempo. Luego los plantines germinan en invernaderos y cuando toman determinada altura van a la intemperie (periodo de rusificación), para que aprendan a sobrevivir a este clima, que es donde se van a desarrollar. Como son plantas nativas, les cuesta menos”, explicó.
Los primeros plantines se plantaron en 2013 y esas zonas ya recuperaron su fisonomía. Hoy tienen un marco original, con revegetación natural producto de los efectos del viento y los pájaros, que comen las semillas y las llevan con sus desechos a otras zonas alejadas, lo que contribuye a la revegetación. Como fertilizante se utiliza guano de animales que se compra a pobladoras locales. En los invernaderos se cultivan y cuidan las especies para luego plantar una por una, a mano.
Las plantas se colocan sobre la parte horizontal de los botaderos, con una densidad de 2.500 plantas por hectárea. El objetivo es cubrir unas 270 hectáreas en total. Ya se plantaron 13.700 y para 2026 serán más de 700.000.
¿Qué pasa con los megapozos a cielo abierto?
Por definición, el pit -pozo en inglés- es una excavación de la superficie de la corteza terrestre. Un cálculo entre la cantidad de minerales, el material estéril y los costos determinan su vida útil. En Alumbrera se hicieron dos pit: el principal, Farallón Negro que de norte a sur mide 2 kilómetros y de este o este 1,7 km, con 850 metros de profundidad, y el pit Bajo el Durazno, donde ahora se hace un proceso de cobertura y luego un cierre perimetral físico para que no accedan personas, animales ni vehículos.
Con el nuevo proyecto Agua Rica en marcha el pit Durazno, de 850 metros de diámetro y 500 de profundidad, se va a utilizar como reservorio de agua para usar en la planta. No es agua fresca porque ya que estuvo en contacto con minerales, y es ideal para el proceso de flotación. La fresca se utiliza para los equipos, que no genera incrustaciones.
Para obtener cobre se aplica un proceso de flotación en la planta. Como esa agua ya tiene metales disueltos, ayuda a que los colectores y espumantes desprendan el mineral de la piedra. Funcionan como un jabón en polvo en un lavado de ropa: se pegan a la suciedad y forman una burbuja, que en superficie tiene mayor densidad que una burbuja de aire, flota y se va con el agua. Los colectores hacen hidrofóbica a las partículas de cobre y oro y los espumantes, al bombeo de aire, le dan la tensión superficial para que las partículas se peguen a la burbuja por polaridad, y con el aire, rebalsan. La burbuja se rompe y cae como un barro, que se llama concentrado. Ese es el material que contiene oro, cobre e impurezas.
Cómo se hicieron las voladuras
Las voladuras son controladas y los decibeles son bastante bajos, no se expande el ruido a la distancia. En Bajo de la Alumbrera se utilizó un explosivo llamado ANFO, que es una mezcla de nitrato de amonio y gasoil. Según afirmaron los expertos, es imposible que por una explosión las rocas salgan volando. Nunca se registraron expulsiones violentas que afectaron a equipos o personas. El ANFO produce un “esponjamiento” del material que se vuela: al producirse la ignición, se generan muchos gases que se expanden y fracturan la roca. El esponjamiento es el cambio de volumen por perforación. Lo que queda es el material en una montaña de escombros, como si un camión lo hubiese descargado.
Las voladuras son controladas porque siempre lo que se obtiene es material “vendible”, por lo que no tiene lógica realizar un explosión que deje restos por todos lados. Se busca que el mineral salga de la mejor forma para que pueda ser procesado en la planta. Cuando se vuela en zonas de mineral se hace una malla de voladura para saber qué fracturación se obtendrá y tamaño de roca. La cuadrícula la marcan los ingenieros de mina, luego se perfora y se coloca el ANFO a profundidad. En las perforaciones se introduce el explosivo, el detonante y se lo sella con un taco de concreto.
Según el experto en medio ambiente Nicanor Elizondo, las voladuras tampoco generan demasiado polvo. Cuando se diseña la malla de voladura se fracciona el área y se calcula el factor de carga, que busca no afectar al material volado ni a las zonas aledañas que no se desean fracturar. Una vez realizada la voladura, todo se carga en los camiones CAT y se traslada para su procesamiento para obtener material fino exportable.
“La planta de proceso está en cuidado y mantenimiento. Por acá entra la roca molida y mediante procesos físicos y químicos se obtiene concentrado de cobre. Al desarrollar el proyecto MARA se va a utilizar la misma infraestructura sin uso de Alumbrera. No hace falta desarrollar nada nuevo, es una sinergia cuasiperfecta porque se disminuye la huella ambiental y se resucita un complejo industrial en una zona económicamente deprimida, que va a generar muchísimas oportunidades para toda la región”, remarcó Santiago Gómez Bello, gerente de Comunicaciones del Proyecto Integrado MARA.
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