
Alerta roja: Brasil suspende el turismo en la famosa “Lagoa Azul” por daños ambientales irreparables
INTERNACIONAL24/01/2025

En un giro que sacudió tanto a la industria turística como a los defensores del medio ambiente, un fallo judicial en Brasil ha ordenado la suspensión inmediata de las actividades turísticas en la Lagoa Azul, una de las principales atracciones naturales del país. Este paraíso tropical, conocido como el “Caribe brasileño”, es famoso por sus playas de arena blanca, aguas cristalinas y, sobre todo, por albergar una de las mayores barreras de coral del mundo.
La decisión judicial
El juez federal Andrés Granja, del 3º Juzgado Federal, dictó una sentencia que paraliza cualquier tipo de actividad turística en la zona, luego de una acción legal presentada por el Ministerio Público Federal (MPF). El MPF cuestionó la legalidad de un decreto municipal de 2022 que permitía la explotación turística en la región. Este fallo tiene repercusiones directas sobre la economía local, que depende en gran medida del turismo, ya que la zona es conocida por sus paseos en lanchas, catamaranes y actividades acuáticas como el buceo.
El impacto de la actividad turística en el ecosistema
Según el fallo judicial, las actividades turísticas en la Lagoa Azul eran incompatibles con la normativa ambiental que protege el Área de Protección Ambiental (APA) Costa dos Corais, una de las mayores unidades de conservación marina de Brasil. Esta área, creada en 1997, resguarda una biodiversidad única, incluyendo especies vulnerables como el manatí y diversas especies de tortugas marinas.
El principal problema radica en las prácticas destructivas generadas por el turismo masivo: el anclaje de embarcaciones, la contaminación, el pisoteo de los visitantes y la alteración de la fauna local. Estos factores han causado “daños irreversibles” a los arrecifes de coral, poniendo en peligro la salud de este ecosistema y su capacidad de regenerarse. El juez Granja dejó en claro que el uso inapropiado de las áreas protegidas representa una amenaza grave para el equilibrio ecológico y la biodiversidad, afectando no solo a los recursos naturales, sino también a las comunidades humanas que dependen de ellos.
Medidas adicionales para proteger el ecosistema
El fallo no solo suspendió las actividades turísticas, sino que también revocó los permisos que habían sido otorgados para operar en la zona. Además, se intensificarán las tareas de fiscalización y se llevarán a cabo campañas de concientización para informar tanto a la población como a los operadores turísticos sobre la importancia de preservar este paraje natural. Las sanciones por incumplir estas disposiciones serán severas, con multas diarias para quienes continúen con las actividades prohibidas.
Un mensaje claro: la sostenibilidad es urgente
La decisión de suspender el turismo en la Lagoa Azul es una llamada de atención sobre la necesidad urgente de replantear cómo interactuamos con la naturaleza. Si bien el turismo es una fuente vital de ingresos en muchas regiones, es crucial que se practique de manera responsable, priorizando siempre la conservación de los ecosistemas que hacen posible ese atractivo.
Este fallo judicial es un recordatorio de que la explotación turística no puede estar por encima de la preservación ambiental, especialmente cuando se trata de zonas tan frágiles y valiosas como los arrecifes de coral. La sostenibilidad debe ser la base sobre la cual construyamos el futuro del turismo y, en general, de nuestra relación con el planeta.
Para muchos, la suspensión de actividades en la Lagoa Azul representa una pérdida temporal de ingresos, pero también es una oportunidad para reflexionar sobre un modelo de desarrollo turístico más equilibrado y consciente, que garantice la protección de nuestros recursos naturales para las futuras generaciones.
Una oportunidad de reflexión para Argentina
Este caso también debe servir de lección para nosotros, los argentinos, que contamos con diversos ecosistemas costeros y marinos, como las costas patagónicas o el ecosistema de los humedales del Litoral. Aunque cada región enfrenta desafíos particulares, el caso de la Lagoa Azul resalta la necesidad de aplicar políticas de gestión ambiental más estrictas y coherentes.
Es hora de que, como sociedad, empecemos a pensar en el largo plazo, en la preservación de nuestros paisajes y biodiversidad, y en cómo las actividades humanas pueden coexistir con la naturaleza sin poner en riesgo su supervivencia.


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