El cultivo de soja y la cría de ganado a gran escala se expanden por la región, que es la segunda reserva forestal más grande del continente después del Amazonas.
La mayor demanda de granos y carne vacuna se traduce en los enormes bosques del Gran Chaco en un avance indiscriminado y con pocas regulaciones de los desmontes y la deforestación. La región, que alberga la segunda reserva forestal más grande del continente después del Amazonas, ve el avance de las topadoras en medio de un ecosistema que alberga innumerables especies animales y vegetales.
El Gran Chaco, que limita con los Andes en el oeste y los ríos Paraná y Paraguay en el este, se ha desarrollado como una zona productora de soja y carne vacuna gracias a los desmontes de tierras que han llevado a Argentina a perder unos 7 millones de hectáreas de bosque nativo de 1998 a 2021, según datos del Gobierno, un área equivalente a 89 ciudades como Nueva York.
Noolé, una líder indígena de la comunidad pilagá, y su hermano José Rolando Fernández, advierten sobre las consecuencias: “A nosotros, los pilagá, nos afecta mucho el desmonte porque el desmonte produce sequía. El árbol fue puesto para una función en sí, para el medio ambiente”, aseguró la artesana de 53 años que vive en el Gran Chaco, cerca de la calma ciudad de Las Lomitas.
Ese hábitat enfrenta ahora crecientes presiones a medida que el cultivo de soja y la cría de ganado a gran escala se expanden por la región poco poblada que se extiende por Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil.
“Ahora estamos bajo estos árboles que nos protegen de los rayos solares. El bosque nativo tiene una función que tenemos que valorar”, dijo Noolé. “Los indígenas creemos que nuestra casa es la tierra. La tierra es nuestra madre porque de ella se produce y se da de comer”, agregó.
La tala de árboles con topadoras y de ganado deambulando por tierras áridas en el Gran Chaco, una importante reserva de carbono a menudo soslayada ante la mayor preponderancia de la selva amazónica, quedó evidenciada con una serie de imágenes capturadas por el fotógrafo de la agencia Reuters, Agustín Marcarian, que muestra el crudo avance de las topadoras.
Más demanda de granos y carne vacuna
La demanda creciente de granos y carne vacuna genera más desmontes, a pesar de la regulación internacional destinada a detener la deforestación ilegal.
El bloque sudamericano Mercosur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, espera poner en marcha este año un acuerdo comercial alcanzado en 2019, con el que busca exportar más productos a Europa.
La organización ambientalista Greenpeace afirma que el acuerdo con la UE solo busca impulsar el comercio de materias primas ligadas al desmonte, difícil de mantener a raya en muchos casos por las bajas multas y la laxitud para exigir la reforestación.
Martín Mónaco, director nacional de Bosques del Ministerio de Ambiente de Argentina, reconoció que la aplicación de la normativa ambiental puede ser irregular en las provincias que integran el Gran Chaco y que las bajas multas a menudo no logran disuadir a los grandes productores para que dejen de talar.
Desmontes y temperaturas más altas en la región
Teófila Palma, una agricultora del Gran Chaco, aseguró que los desmontes en zonas cercanas a su casa en los últimos años elevaron las temperaturas, con un claro impacto en el microclima local.
“Desde que se dan los desmontes, la temperatura es más alta todavía. El viento avanza desde el norte sin un monte que lo frene, con tierra y temperatura”, dijo la mujer.
Mariela Soto, una pequeña productora de Pozo del Mortero, contó que muchos campesinos locales perdieron sus animales porque la tala de árboles implicó que “el suelo se vaya erosionando y ya no crezca más la pastura”.
Otros, sin embargo, citaron la importancia de la creación de empleo y el crecimiento en una región donde la mitad de la población vive en la pobreza, a menudo sobreviviendo a duras penas de la venta de artesanías o de empleos informales.
“Condenar los desmontes es condenar a la gente a la pobreza”, dijo Juan de Hagen, veterinario y encargado de un campo en Las Lomitas, que agregó que esperaba que las recientes regulaciones de la UE sobre la deforestación no impliquen que los residentes del Gran Chaco deban pagar un costo económico.
Noolé agregó que los acuerdos comerciales globales y las regulaciones lejanas nunca consideraron a personas como ella, pese al potencial que tienen de interrumpir el ritmo natural de la vida local.
“El convenio es para el mundo económico, empresarial”, dijo Noolé. “Para nosotros, los indígenas, la realidad es que no formamos parte de ese convenio. Nunca estuvimos en la negociación, nunca nos tuvieron en cuenta”, concluyó.
Fuente: Vía País (Argentina)