
Chile: el poder de la comunidad que obligó al Gobierno a retroceder en la tala de 96 Araucarias
INTERNACIONAL20/08/2025
La Política Ambiental
En el sur de Chile, las comunidades mapuches y habitantes de Lonquimay lograron lo que parecía imposible: frenar la tala de casi un centenar de araucarias autorizada en el marco de la ampliación de la ruta internacional hacia Icalma. Tras intensas reuniones y días de debate público, el Gobierno decidió dar marcha atrás y firmó un compromiso para proteger a estos árboles milenarios, considerados un símbolo cultural y natural de La Araucanía.
Un giro forzado por la presión ciudadana
El encuentro entre autoridades y representantes de Marimenuco Alto e Icalma terminó con la invalidación del permiso que habilitaba la tala de 96 araucarias. La carta firmada en terreno garantiza que el rediseño de la ruta no incluirá el derribo de ejemplares de esta especie protegida.
El delegado presidencial Eduardo Abdala reconoció errores en el procedimiento inicial y se comprometió a reforzar los mecanismos de participación y consulta, algo que las comunidades venían reclamando desde hace meses. El acuerdo no solo evita la pérdida de árboles emblemáticos, sino que sienta un precedente: las decisiones sobre infraestructura en territorios sensibles no podrán tomarse de espaldas a la ciudadanía.
Araucaria: entre la lentitud del crecimiento y la eternidad cultural
La Araucaria araucana, o pehuén, es uno de los árboles más antiguos y emblemáticos de Chile. Su crecimiento es extremadamente lento: puede tardar entre 30 y 40 años en producir sus primeros conos y superar apenas algunos metros de altura en varias décadas. Aun así, con el paso del tiempo, se convierte en un gigante que puede vivir más de mil años e incluso superar los dos mil, convirtiéndose en un verdadero testigo de la historia natural del sur de Chile.
Para el pueblo mapuche-pehuenche, sus semillas —los piñones— son alimento, sustento cultural y símbolo espiritual. Cada araucaria adulta es, en sí misma, un patrimonio irremplazable: talar un ejemplar no es solo perder un árbol, es borrar siglos de memoria ambiental y cultural.
Una mesa de diálogo para redibujar el camino
Como parte del acuerdo, se conformó una mesa de trabajo con representantes locales y técnicos que evaluará nuevas alternativas de trazado y obras complementarias. La premisa es clara: garantizar caminos seguros sin sacrificar el valor ecológico y cultural de la araucaria.
El proceso incluirá revisiones técnicas, visitas a terreno y validación comunitaria. Para las comunidades, la transparencia y el cumplimiento de lo pactado serán claves para recuperar la confianza en las instituciones y asegurar la conservación de la especie.
La otra cara: un gesto simbólico en Villa Alemana
A cientos de kilómetros, en Villa Alemana, dos araucarias fueron plantadas como antesala de los Juegos Parapanamericanos Juveniles. El acto fue presentado como un símbolo de resiliencia, inclusión y respeto por la naturaleza, valores que también reflejan la identidad de la competencia deportiva.
La coincidencia de ambos hechos refuerza un mensaje: el progreso puede y debe convivir con la preservación del patrimonio natural y cultural.
El espejo argentino: el quebracho de Villa Allende
La defensa de las araucarias en Chile encuentra un paralelismo inmediato en Argentina. En Villa Allende, Córdoba, la comunidad se movilizó para proteger un quebracho blanco de casi 300 años que fue removido en julio pasado para ampliar una avenida. Pese a la resistencia vecinal, el árbol terminó siendo trasladado con escasas chances de sobrevivir.

El contraste es evidente. Mientras en Chile el gobierno retrocedió y abrió instancias de diálogo, en Córdoba la decisión se impuso de manera unilateral y bajo un fuerte operativo policial. Sin embargo, ambos casos muestran la misma raíz: la comunidad no se queda callada frente a la pérdida de su patrimonio natural y cultural.
Una lección compartida
Las araucarias de La Araucanía y el quebracho de Villa Allende son más que árboles: son memoria, identidad y resistencia. La lucha ciudadana en ambos países recuerda que el desarrollo no puede medirse solo en kilómetros de asfalto. Cuando la gente se organiza y levanta la voz, incluso las decisiones más firmes del poder político pueden cambiar.




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