Comunidades indígenas de Brasil alzan la voz en la COP30: “Nuestra tierra no está en venta”

INTERNACIONAL12/11/2025La Política AmbientalLa Política Ambiental
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La protesta puso en el centro de la COP30 el debate sobre el desarrollo forestal y la autonomía de las comunidades nativas.|Reuters

Tensión, reclamo y un mensaje que atravesó las murallas diplomáticas de la cumbre climática: “Nuestra tierra no está en venta”. Así irrumpieron decenas de representantes de comunidades indígenas de Brasil en las puertas de la COP30, que se desarrolla en la ciudad amazónica de Belém.

Los pueblos originarios, llegados desde distintas regiones del país, intentaron ingresar a la denominada “Zona Azul”, el espacio donde se reúnen los líderes y negociadores de los casi 200 países que participan del encuentro convocado por Naciones Unidas. Sin embargo, no se les permitió el acceso y se produjeron momentos de tensión con el personal de seguridad.

“Nuestra voz no puede seguir siendo ignorada”, expresaron los manifestantes, que portaban carteles con consignas como “No podemos comer dinero” y “La crisis climática es una crisis de salud”.

Reclamos que atraviesan fronteras

El movimiento indígena brasileño denunció su exclusión de los debates sobre el futuro del planeta, a pesar de ser quienes padecen directamente los impactos del cambio climático. Algunos participantes lograron sortear los controles de seguridad y acceder al vestíbulo principal de la carpa administrada por la ONU, donde se desarrollan las negociaciones.

Allí coincidieron con representantes de distintas delegaciones que abandonaban el recinto, generando momentos de confusión antes de que el equipo de seguridad desalojara el lugar. “La crisis climática afecta nuestra salud, nuestra agua y nuestros territorios”, insistieron los manifestantes.

La Amazonía, epicentro de la crisis

La elección de Belém como sede de la COP30 buscó simbolizar la centralidad de la Amazonía en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, la región enfrenta hoy uno de los escenarios más críticos de las últimas décadas.

Durante 2024, la Amazonía sufrió una de las sequías más intensas de su historia, agravada por incendios forestales que destruyeron amplias extensiones de bosque. Las consecuencias fueron inmediatas: aumento de enfermedades respiratorias, pérdida de cultivos, escasez de agua y un incremento en los casos de dengue, impulsado por el calor extremo y la proliferación de mosquitos.

“Mientras los gobiernos discuten cifras y mercados de carbono, nuestras comunidades enferman y nuestros ríos desaparecen”, denunció una representante del pueblo Munduruku.

Justicia climática y pueblos originarios

El reclamo indígena en Belém expone una de las principales contradicciones de las negociaciones climáticas internacionales: no puede haber justicia ambiental sin justicia para los pueblos que protegen los ecosistemas.

Diversos informes de Naciones Unidas señalan que las comunidades indígenas salvaguardan cerca del 80 por ciento de la biodiversidad mundial. Sin embargo, sus voces siguen siendo marginadas de los espacios de decisión.

Desde Argentina, el eco de esa demanda se reconoce en luchas similares: las comunidades del norte enfrentan conflictos por el avance del litio, la expansión del fracking o los desmontes que amenazan la biodiversidad y los territorios ancestrales.

Un mensaje que interpela al mundo

La protesta en la COP30 no fue una simple irrupción. Fue una advertencia. Los pueblos indígenas recuerdan que la lucha climática no se resuelve solo con compromisos internacionales ni con mercados de carbono, sino con el reconocimiento de los derechos de quienes cuidan la tierra desde hace siglos.

“Nuestra tierra no está en venta” no es un eslogan. Es una declaración de resistencia frente a un modelo que pone el valor del dinero por encima del de la vida.

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