

La catástrofe en Río Grande del Sur, con inundaciones en las principales ciudades, y muy especialmente en Porto Alegre, su capital, pone una vez más en evidencia el impacto de los cambios climáticos, una urgencia que aquellos que adhieren a la extrema derecha se empeñan en minimizar. Este jueves el presidente Lula da Silva lo dijo sin rodeos, desde Santa María, uno de los municipios afectados por la inédita intensidad de las lluvias: “Nosotros, los seres humanos, somos culpables de lo que ocurre. Como siempre alerta la ministra de Medio Ambiente Marina Silva, cuando la naturaleza se manifiesta y se rebela, entonces los perjuicios son gigantescos”.
El temporal que vive el estado más sureño de Brasil, batió su récord en tierras gaúchas: es el mayor volumen de lluvia registrada en la historia de este estado provincial. Ya son 24 las personas fallecidas, víctimas del aluvión. Y según los últimos datos informados llegan a 21 los desaparecidos, con más de 68.000 brasileños perjudicados y 15.000 familias evacuadas. En total, 204 municipios resultaron alcanzados por los vendavales de gran intensidad.
Pero los pronósticos meteorológicos indican que la anegación no terminó. Las precipitaciones deben continuar hasta el domingo, lo que impide por el momento evaluar el tamaño de los destrozos y el número real de afectados. El gobernador Eduardo Leite expresó su lamento “por todas las muertes que todavía no fueron registradas y que serán muchas, por cuenta de los deslizamientos o por las personas que necesitaban del rescate pero que se encuentran en lugares inaccesibles en este momento”.
Lo cierto es que el desastre alcanzó el nivel 3, caracterizado por daños muy grandes y extendidos. En Porto Alegre la situación es poco menos que descontrolada: esta mañana debieron ser cerrados 8 puestos de atención médica.
Para los meteorólogos, la tragedia es el resultado de fenómenos que comenzaron el viernes último, cuando el Instituto Nacional de Meteorología alertó sobre el paso de fuertes tempestades, pero en pocas horas el escenario empeoró. A fines de la semana pasada, había una corriente muy intensa de viento sobre la región que provocó la inestabilidad, y a este fenómeno se le sumó el impacto de un corredor aéreo de humedad procedente del Amazonas: eso aumentó la fuerza de las lluvias. La onda de calor que se desplazaba desde el norte provocó un bloqueo atmosférico, lo que finalmente dio lugar a la peor tragedia climática en el estado gaúcho.
Un especialista del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (CEMADEN) concluyó que “estamos viendo una enorme acumulación pluvial a las que se irán a sumar las lluvias del sábado y del domingo". "Es el fenómeno de mayor dimensión en relación al pasado, y que además cubre todo el estado”, agregó.
El meteorólogo Fábio Luengo indicó que todo tiene que ver con el aumento de la temperatura global: esa es otra preocupación porque las condiciones son más propensas para las tormentas intensas. El gobernador Leite no ocultó su temor por lo que pueda ocurrir el fin de semana: “Hay un gran riesgo geológico, por el derrumbe de los morros”. Recordó que el septiembre del año pasado hubo un episodio similar pero que duró apenas un día: “La diferencia entre lo que nos ocurre hoy con relación a 2023 es justamente que en aquella oportunidad el clima nos dio tregua para hacer todos los rescates necesarios. Hoy no estamos en esa condición porque no podemos utilizar aeronaves que realicen esta tarea”
El presidente Lula, en su discurso de esta mañana, le dijo al gobernador Leite que “no faltará ayuda por parte del gobierno federal. Vamos a ayudar para cuidar de la salud como también del transporte, y de los alimentos, que son las necesidades básicas del pueblo. Le aseguro que no faltará dinero”. Es una ayuda que sólo puede ofrecer un Estado central organizado.
Fuente: Perfil


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